Así viví yo la pandemia (VI)

 Otra de las tareas que realizamos en 2º de ESO durante el confinamiento consistía en imaginarnos ya mayores, dentro de mucho tiempo, y tratar de explicar a un joven de unos trece años lo que supuso para nosotros vivir la pandemia. Un ejercicio que precisa de imaginación, reflexión, empatía y creatividad. Y que además nos permite visualizar algo tan grande como es una pandemia desde el futuro, poniéndola en perspectiva en el conjunto de toda una vida, para ayudarnos a llevarla de una manera más saludable al darle su lugar en el relato de nuestras biografías.

Esto es lo que escribió Carmen Vila:


Recuerdo perfectamente cuando llegaban rumores a España de que en una ciudad de China llamada Wuhan se habían detectado casos de una nueva enfermedad. Días después le pusieron el nombre de “COVID-19” o “Coronavirus”. Realmente creo que nadie pensaba que ese virus se convertiría en una pandemia mundial que se llevaría la vida de miles y miles de personas en todo el mundo.

En España se detectó el primer caso en Valencia y a partir de ahí fue cuando me di cuenta de que ahora nos tocaría vivir lo que habían vivido en China meses atrás. El día 12 de marzo, mi cumpleaños, escuché rumores por el instituto sobre la posible suspensión temporal de las clases, pero no les hice mucho caso hasta que, en cuestión de horas, la directora del instituto nos comunicó que se iba a proceder a realizar esa suspensión temporal.

El 14 de marzo, dos días después, se decretó el estado de alarma en toda España. Y con ello el confinamiento obligatorio durante quince días. Allí comenzó lo que creíamos que serían quince días en casa, digamos unas pequeñas “vacaciones”. Pero lo que nadie se esperaba es que nuestra vida daría un giro de 360º, que tendríamos que estudiar desde casa pegados a nuestro ordenador, que salir todos los días a las ocho para aplaudir a los sanitarios y fuerzas de seguridad se convertiría en rutina, y, sobre todo, que echaríamos de menos ir al instituto por el mero hecho de darle un abrazo a un amigo.

Pasados esos quince días, en mi opinión muy agobiantes, durante los que lloré y perdí la paciencia en múltiples ocasiones, se decretaron otros quinces días más. A mediados de la segunda quincena de confinamiento regresó mi hermano de Estados Unidos tras haber estado estudiando allí durante ocho meses.

Las semanas fueron pasando y la incertidumbre de saber cuándo se acabaría aquello rondaba por mi cabeza todo el tiempo.

Tras toda la tormenta vino la calma, comenzó el proceso de desescalada y llegamos a una nueva normalidad que, aunque fuera extraña e inusual, era el primer paso para llegar a una vida un poco más llevadera.

Y ahora duérmete ya, que se está haciendo tarde y mañana tienes que madrugar.





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